el gato con botas
Había una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. Él
estaba muy enfermo y presentía que la hora de su muerte estaba cerca. Decidió
reunir a sus tres hijos y repartir sus pertenencias entre ellos. “mirad, quiero
repartiros lo poco que tengo antes de morirme”, les dijo. Al mayor le dejo el
molino, al mediano le dejo al burro y al más pequeño le dejo un gato. Al poco
rato el padre murió.
Pasados los días el hermano mayor decidió trabajar el molino
de su padre y sacarlo adelante. El segundo hermano decidió apoyarlo con el
burro que le había tocado, pues necesitaban una animal que ayudará a cargar los
bultos que se sacarían del molino. El último hermano también quería ayudar,
pero no sabía cómo hacerlo, pues el gato
que tenía no era de mucha ayuda, solo dormía y comía. Sin embargo, les
dijo a sus hermanos que él tenía muchas
ganas de ayudar y lo iba a ser de cualquier forma pero lo iba hacer. Sus hermanos sabían que con solo sus
ganas no iban a lograr mucho pero le dieron una oportunidad.
El tiempo iba pasando y necesitaban de mucha ayuda. El último
hermano, no podía ayudar. Necesitaban un hombre para que ayudase con algunos
bultos, y él no podía. Necesitaban un perro para cuidar el molino y solo tenía
un gato. Él tenía muchas ganas de ayudar pero no podía. Sus hermanos no sabían cómo
decirle que necesitaban algo más que sus simples ganas. Los días de crisis
llegaron para esta familia. El molino no producía lo suficiente y hacía falta
comida. Los dos hermano mayores decidieron hablar con el ultimo para contarle
la situación “debes irte-le dijeron-ya no hay más comida aquí para ti y tu
gato. No puedes hacer nada y con solo tus ganas no podemos conseguir nada valioso”.
El hombre se fue lejos del molino pues pensaba que sus
hermanos tenías razón. No tenía nada para comer y no sabía cómo conseguir algo.
Dos largos días caminaron. Pronto llegaron a un árbol, los dos se sentaron a
descansar. El hombre se quedó dormido y el gato aprovecho para crear una trampa
y hacer caer algún animal en ella, para así poder alimentarse. El gato le quitó
las botas a su amo y cogió una bolsa, la lleno de hierbas y la dejó abierta. En
ese momento se acercó un conejo impresionado
por el color verde de esa hierba y se metió dentro de la bolsa. El gato
tiró de la cuerda que le rodeaba y el conejo quedó atrapado en la bolsa. Cuando
se disponía preparar algo para comer se le ocurrió una idea. Cerca de allí
estaba el palacio. Se hecho la bolsa acuestas y se dirigió para el palacio para
entregársela al rey. “tome mi querido rey, traigo un obsequio del marqués de
Carabas, un humilde servidor que quiere agradecerle lo que nuestro rey hace por
nosotros”, le dijo. El rey un poco asombrado pero agradecido acepto la ofrenda.
Pasaron los días y el gato seguía mandándole regalos al rey
de parte de su amo. Un día, el rey decidió hacer una fiesta en palacio y el
gato con botas se enteró de ella y pronto se le ocurrió una idea. "¡Amo,
Amo! Sé cómo podemos mejorar nuestras vidas. Tú solo sigue mis
instrucciones." El amo no entendía muy bien lo que el gato le pedía, pero
no tenía nada que perder, así que aceptó. "¡Rápido, Amo! Quítese la ropa y
métase en el río." Se acercaban carruajes reales, era el rey y su hija. En
el momento que se acercaban el gato chilló: "¡Socorro! ¡Socorro! ¡El marqués
Carabas se ahoga! ¡Ayuda!". El rey atraído por los chillidos del gato se
acercó a ver lo que pasaba. La princesa se quedó asombrada de la belleza del
marqués. Se vistió el marqués y se subió a la carroza.
El gato con botas, adelantándose siempre a las cosas, corrió
a los campos del pueblo y pidió a los del pueblo que dijeran al rey que los
campos eran del marqués y así ocurrió. Lo único que le falta a mi amo -dijo el
gato- es un castillo, así que se acordó del castillo del ogro y decidió
acercarse a hablar con él. "¡Señor Ogro!, me he enterado de los poderes
que usted tiene, pero yo no me lo creo así que he venido a ver si es
verdad."
El ogro enfurecido de la incredulidad del gato, cogió aire y
¡zás! se convirtió en un feroz león. "Muy bien, -dijo el gato- pero eso
era fácil, porque tú eres un ogro, casi tan grande como un león. Pero, ¿a que
no puedes convertirte en algo pequeño? En una mosca, no, mejor en un ratón,
¿puedes? El ogro sopló y se convirtió en un pequeño ratón y antes de que se
diera cuenta ¡zás! el gato se abalanzó sobre él y se lo comió. En ese instante
sintió pasar las carrozas y salió a la puerta chillando: "¡Amo, Amo!
Vamos, entrad." El rey quedó maravillado de todas las posesiones del
marqués y le propuso que se casara con su hija y compartieran reinos.
Mientras tanto los hermanos, seguían padeciendo por los días
de crisis. Pensaban diariamente en su hermano. ¿Qué habría sido de él? ¿Acaso
habrá muerto de hambre?, se preguntaban. Estaban arrepentidos por lo que le habían
hecho. Un día llego al molino un hombre. Quería comprar algunos sacos de harina.
Los hermanos estaban contentos por el nuevo cliente, sin embargo, se veía una tristeza
en sus ojos. El hombre les pregunto ¿qué les pasaba?, ellos contestaron que desearían
compartir esos momentos con su hermano menor. Le contaron toda la historia a
éste. El hombre los abrazó y les confeso que él era el hermano menor de ellos. Conversaron
largamente y se contaron toda la historia de sus vidas separadas. El gato que había
sido despreciado por los hermanos había sido el que lo había ayudado por mucho
tiempo. Se llevó a sus hermanos al reino y vivieron felices por siempre.
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